viernes, 20 de agosto de 2010

Semblanza de Horovitz por Estela Castronuovo

Israel Horovitz: la poética absurdista como metáfora - Por Estela Castronuovo

Israel Arthur Horovitz nació en 1939 en Wakefield, una pequeña ciudad en el estado de Massachussets. La tierra de los Padres Fundadores de la gran nación americana, un "lugar de memoria", según el antropólogo Michel Candau, quien aclara que un lugar de memoria es "un lugar donde la memoria trabaja", es decir, un espacio simbólico, de implicancias casi míticas en lo que se refiere a la identidad americana. Y, de hecho, las cuestiones identitarias son un gran tópico en las obras de Israel, marcado a fuego por la experiencia de su infancia y adolescencia como muchacho judío en una comunidad mayoritariamente católica. En muchas ocasiones, sus obras sorprenden por la honestidad y virtuosismo estético mediante los cuales pone en escena las luces y sombras del "american dream".

Israel comenzó muy joven su fructífera carrera como dramaturgo, novelista, director y actor: su primera pieza, The comeback, escrita a los diecisiete años, fue estrenada en la Universidad de Suffolk. A partir de allí, trabajó incansablemente y con singular éxito, dentro y fuera de los Estados Unidos, como creador y docente de dramaturgia. También escribió numerosos guiones cinematográficos para Hollywood. Fue distinguido con varios premios, entre ellos el premio del Gran Jurado del Festival de Cannes, por uno de sus guiones para cine, en 1970.

Entré por primera vez en contacto con el teatro de Israel Horovitz a través de su pieza Hopscotch (Rayuela, en castellano), porque una de mis alumnas, Elisa Fingermann, la eligió para su muestra de fin de año, en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Esta pieza forma parte de un ciclo de siete obras, The Wakefield Plays, ambientadas en el terruño natal del autor. De inmediato, me asaltaron asociaciones con dos mundos aparentemente heteróclitos: el inolvidable Grover's Corners de Thornton Wilder, en Our town (Nuestro Pueblo) y los procedimientos y tópicos del llamado "teatro del absurdo" de Eugenio Ionesco y Samuel Beckett: la ambigüedad generalizada respecto de la referencialidad del mundo representado, desde la identidad de los dos personajes designados mediante nombres diferentes (el nombre personal como marca identitaria, otro tópico recurrente en el teatro de Horovitz, surgido de una experiencia personal, ya que, en su infancia, sus amigos lo llamaban con su segundo nombre, Arthur) hasta sus historias personales, el teatro en el teatro y lo lúdico como puesta en claro del eje verdad/apariencia, el tema de la culpa ontológica, la radical imposibilidad de comunicarse que pesa sobre los seres humanos, el juego del castigo y la venganza a través de la farsa y el humor negro, la desarticulación del lenguaje. En una palabra: los temas y recursos absurdistas usados como metáforas escénicas de las falsedades del sueño americano en esa pequeña localidad marcada por la sensación de hastío y fracaso que agobia a los personajes. Luego supe que Israel mantuvo relaciones de amistad con Ionesco (que lo llamaba su "hijo espiritual") y con Samuel Beckett (a quien sigue considerando su "padre por elección", aún hoy).

No pude evitar la comparación con autores de nuestro teatro argentino (Griselda Gambaro, Eduardo Pavlovsky, Ricardo Monti, entre otros) que también recurrieron a Ionesco y a Beckett en busca de procedimientos para construir tragicómicas metáforas escénicas de otros males colectivos que nos asedian a los argentinos...

Bienvenido a Buenos Aires, Israel Horovitz: seguramente el teatro, que nos reúne y cobija, nos va a brindar una singular oportunidad para un diálogo fructífero entre dos mundos lejanos pero con muchas inquietudes en común.

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Organización:

Analía Mayta, Agustina Viegas Palermo, Elisa Fingermann,Leticia Tómaz, Federico Schwindt